Viejos vicios

 En uno de los números de las Memorias de Trévoux, el periódico jesuita que se imprimía en el entonces —estamos hablando de mediados del siglo XVIII— principado soberano de Dombes, se recoge la peregrina noticia difundida por el capitán de un navío holandés de que en aguas próximas a la costa de ese país había escalado a su barco un “hombre marino”. La criatura, que habló a la tripulación en perfecto holandés, dijo que llevaba ocho años viviendo entre la olas, como un pez. El cuerpo, al parecer, ya lo tenía cubierto de escamas y las manos se le estaban transformando en aletas. A pesar de todas estas adaptaciones a la vida piscícola no había perdido, sin embargo, todos los vicios de su anterior existencia terrestre: parece que pidió a los tripulantes algo de tabaco y que fumó una larga pipa en cubierta, terminada la cual saltó de nuevo al mar.



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