Noticia de la Taprobana
Hay geografías cuyos contornos no están delimitados con meridianos y paralelos, sino dibujados con el trazo evanescente de las fantasías y las esperanzas o los temores de los viajeros. Tierras que ni la brújula ni el GPS aciertan ahora a encontrar y a las que únicamente se puede arribar siguiendo la estela de tinta que dejaron en las páginas de viejas crónicas o en antiguas cartas de navegación: Tule, Antilia, Pancaya, Rupes Nigra, Cíbola, el reino del Preste Juan... la lista es extensa. De entre estas geografías quiméricas, tengo predilección por la Taprobana. Quizá recuerde el lector aquel pasaje del Quijote donde dos formidables ejércitos —en la prosaica realidad, dos rebaños de ovejas— se encuentran en la llanura manchega prestos a entrar en combate: uno de ellos lo encabeza el paladín cristiano Pentapolín el del arremangado brazo; el otro, el furibundo mahometano Alifanfarón, “ señor de la grande isla Trapobana ”. Algunos capítulos después vuelve Cervantes a echar mano