La mesa de doña Isabel de Portugal

 Traigo hoy a este blog un pasaje sacado de las Epístolas familiares de fray Antonio de Guevara. Está en una carta dirigida al marqués de los Vélez y fechada en Medina del Campo en julio de 1532. Trata en ella de algunas cosas de la corte e incluye una descripción de las comidas de la reina, doña Isabel de Portugal. Dice Guevara que comía sola y en silencio, que le servían «a la portuguesa», esto es, que tres de sus damas, arrodilladas a los pies de la mesa, se ocupaban de trincharle y ofrecerle los platos. El resto de sus damas de compañía aguardaban de pie junto a las paredes de la sala, cuchicheando entre ellas o con algunos cortesanos, aunque a veces hablaban y se reían tan alto que resultaban impertinentes y poco respetuosas.

Al decir del cronista, doña Isabel mostraba preferencia por platos más bien vulgares y apenas tocaba otras viandas que eran tenidas por más delicadas y exquisitas. En cualquier caso, el fragmento da una idea de la cocina de la corte española durante el Renacimiento. Destaco la mención del manjar blanco y del mirraustre. El primero era un plato que se hacía con pechuga de gallina, leche y azúcar; el segundo, una especie de salsa de almendras y canela muy popular en aquella época:

«Los manjares que le sirven a la mesa son muchos, y de los que ella come son muy pocos […] 

De lo más que come es melones de invierno, vaca salpresa, sopas abajadas, palominos duendos, menudos de puerco, ansarones gruesos y capones asados; de manera que come con lo que los otros se empalagan y aborresce por lo que los rústicos sospiran. 

Pónenle delante pavones, perdices, capones, francolines, faisanes, manjar blanco, mirraustre, pasteles, tostadas y otros varios géneros de golosinas, de lo cual todo no sólo no quiere comer, mas aún muestra pesadumbre en lo mirar».

Tenía, pues, la reina el paladar de una campesina, más amigo de los menudos de puerco que de exquisiteces como el manjar blanco y el mirraustre. Y a pesar de todo, contemplando el retrato de doña Isabel de Portugal que pintó Tiziano, uno diría que no comiese otra cosa que aquellas golosinas. ¿O no tiene esa piel albura de almendras y leche?

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