Un Ivanhoe gallego

 

 Vasco de Aponte fue un coruñés que vivió a caballo de los siglos XV y XVI y que escribió una obra en la que se propuso dar cuenta de todos los grandes linajes gallegos de su tiempo: su Recuento de las casas antiguas del Reino de Galicia constituye un vívido fresco de una época muy turbulenta en las tierras gallegas, de conflictos y luchas entre señores guerreros ávidos de poder. Por sus páginas desfilan gran parte de las estirpes galaicas más pujantes de la Baja Edad Media: Andrades, Ulloas, Saavedras, Sotomayores, etc.; señores de horca y cuchillo que son retratados en sabrosas anécdotas de intenso color medieval.

Hay clichés del medievo que uno a veces tiende a pensar que no existieron más que en la ficción: en los cantares de los trovadores medievales, en los libros de caballerías del Renacimiento o en las novelas de los escritores románticos del siglo XIX; imágenes de torneos y caballeros que vienen demandando rival digno de su lanza o de su espada y héroes que cimentan su fama al batir a algún arrogante adversario en presencia de la corte. Pues como prueba de que en efecto hubo tales tiempos y tales caballerescas costumbres he aquí esta noticia que da Vasco de Aponte sobre Gómez Pérez das Mariñas, que fue regidor de mi ciudad coruñesa hacia 1440:

...cuando mancebo, se fue a la corte para el rey don Juan: era hombre muy dispuesto, hermoso de corpo e de gesto, el mayor justador que en su tiempo hubo en Castilla. Y probose cuando venció en la justa a un muy gran alemán que ya corriera toda España y ninguno osó con él justar, salvo Gómez Pérez que le vençió.

Y dice a continuación que en esta lid ganó Gómez Pérez la estrella que llevaría luego en su escudo de armas (una estrella de azur de seis puntas) y que también cobró en Castilla mucha honra y fama, lo cual le granjeó un ventajoso enlace matrimonial con la casa de Lara. Casó con una Teresa de Haro hija de un López de Haro. Y para rizar el rizo de la caballería, la madre de esta doña Teresa se llamaba nada menos que Ginebra: Ginebra de Acuña, emparentada, según de Aponte, con los Girones y los Pachecos castellanos.

Hubiese deseado yo que existiese en España uno de esos bellos libros de torneos que estuvieron en boga un poco más tarde en centroeuropa —como el Livre des tournois de René d'Anjou, el Freydal de Maximiliano de Austria o el Turnierbuch o Libro de los torneos de Nüremberg, por citar algunos— en los que salen dibujados, a lomos de briosos corceles, revestidos de sus armaduras y sobrevestes de vivos colores y emblemas heráldicos, los caballeros justadores. Que existiese, pongo por caso, un Libro de las justas del rey don Juan el segundo. Y que saliese en él este Gómez Pérez das Mariñas, lanza en ristre y montado en su alfana cubierta de ornadas gualdrapas, acometiendo a aquel «muy gran alemán» con el que nadie hasta entonces se había atrevido a justar. Y que en las gradas, viendo el torneo, estuviesen pintados el rey don Juan II y los caballeros y damas de su corte. Y entre ellos, claro está, doña Ginebra de Acuña y su hija Teresa, que estarían abrazadas la una a la otra, temiendo por la suerte de aquel gentil gallego tan «hermoso de corpo e de gesto».

¡Un Ivanhoe gallego en la corte de Castilla!

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