El naufragio del Dmitry

 

Cuando en 1885 los marineros de la goleta rusa Dmitry zarparon del puerto de Narva, en la actual Estonia, poco podían sospechar que el infortunado final de su travesía iba a servir de molde a las páginas de una novela inmortal.

A mediados de octubre de aquel año 1885, tras haber hecho escala en Amberes para cargar arena, el Dmitry había puesto rumbo hacia el puerto británico de Newcastle. Sin embargo, el día 24, cuando navegaba a lo largo de la costa de Yorkshire, se desató una fuerte tempestad y la goleta hubo de buscar refugio en el cercano puerto de Whitby. Aunque el navío logró entrar contra todo pronóstico en la bahía y ponerse temporalmente a salvo, la marea acabó arrojándolo al día siguiente contra las rocas y lo hizo pedazos.

El accidente tuvo cierta repercusión en la prensa local e incluso un vecino de la localidad, el pionero de la fotografía Frank Meadow Sutcliffe, realizó un impactante retrato del casco del barco varado como una bestia herida sobre la arena de la playa.

Ahí hubiera acabado todo de no ser por un agente teatral irlandés que solía veranear en Whitby y que cinco años más tarde, tras documentarse y recabar varios testimonios sobre el asunto, decidió incluir aquel incidente en una novela que estaba escribiendo. Gracias a eso, el naufragio del oscuro carguero ruso Dmitry, o al menos el de su versión novelesca, sigue resonando más de 130 años después.

El agente teatral se llamaba Bram Stoker; en su novela, el nombre de la goleta accidentada, Dmitry, fue ligeramente alterado y convertido en Deméter; un cambalache de sílabas desplazó su puerto originario del Báltico (Narva) al Mar Negro (Varna) y su inocuo cargamento de arena se transformó en un flete especialmente sobrecogedor: una serie de ataúdes repletos de tierra transilvana en los que arribaba a Inglaterra de incógnito un tal conde Drácula.


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