Mascotas caballerescas

 El nombre con el que el hombre bautiza a los animales que conviven con él es, sin duda, un reflejo de la sociedad en la que habita y de sus aspiraciones, obsesiones y modas. Piénsese en cuántas mascotas en tiempos recientes deben su nombre al cine, a la televisión, al cómic, etc. Y esto, mutatis mutandis, ha sido así desde tiempos históricos. Leía estos días, sin ir más lejos, que una de las primeras huellas de la llegada y difusión en nuestro país de la «materia de Bretaña», esto es, de las leyendas sobre el rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, se pone de manifiesto, precisamente, en el nombre de dos animales: dos halcones que cita don Juan Manuel en su Libro de la caza (hacia 1325); uno perteneció a un tal Alfonso Peris Amigo y le habían puesto el nombre de Lanzarote, y otro al infante don Juan, hijo de Alfonso X, y se llamaba Galván. ¡Quién hubiese podido ver, en una limpia mañana del siglo XIV, a esos halcones, Lanzarote y Galván, campear los cielos de la estepa castellana y abatirse sobre la perdiz o la grulla agazapada en los trigos!

También Amadís de Gaula, ese retoño ibérico que le nació al roman courtois, dejó su impronta en el nomenclátor de las mascotas hispánicas. Amadís se llamaba, por ejemplo, un alano blanco que perteneció a la rehala cazadora de Juan I de Aragón (finales del siglo XIV). Pero el paradigma más hermoso lo ofrece don Lorenzo Suárez de Figueroa, un maestre de la orden de Santiago que murió en 1409. Quiso este caballero que a los pies de su sepulcro —que hoy se conserva en la Universidad de Sevilla— esculpiesen a su perro favorito. En el ancho collar que ciñe el cuello del animal se puede leer, escrito en letras góticas, su nombre: Amadís.

Acaso el día que suene la trompeta del Juicio, don Lorenzo se levantará de su sueño de mármol y Amadís irá tras él a husmear y corretear por los jardines del Edén. Caminando de nuevo junto a su amo en aquella hora feliz, llevará Amadís un trotecillo orgulloso y ufano; como el que llevaba su tocayo, el de Gaula, cuando recorría los caminos de la Ínsula Firme.



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